miércoles, 8 de agosto de 2012

El amor no duele, el machismo sí

Nos venden que el amor tiene color de rosa y que el amor duele deliciosamente; también  que es sufrimiento, que es ciego y que es lo más importante en la vida...Cuando el amor que sentimos responde a estos patrones tan estrictos procedentes de una cultura que lo construye en función de papeles diferenciados para unas y para otros...unas adoptaremos una posición y otros adoptaran otras en el juego del enamorarse.
Lejos de presentar una perspectiva que otorgue a la mujer una posición de completa subordinación a las estructuras sociales, las ideologías patriarcales y los hombres, nosotras empuñamos nuestra autonomía en este mundo amorcéntrico, porque también podemos decidir cuándo enamorarnos, de quién, y otras tantas cosas...Pero...el machismo sigue vivito y coleando en y entre nuestras prácticas afectivas y, además, con grandes aliadas: las Nuevas Tecnologías de la Información y la Comunicación. Evidente es que todavía el campo audiovisual se sirve de los estereotipos sexistas: ejemplo de ello la cultura de las princesas y los príncipes y, a continuación de esto, producciones de Hollywood o canales televisivos exclusivos para mujeres, estos para cuando somos más mayorcitas. Y ahí, de una forma sutil, simbólica (a veces no tanto ¡eh!) nos inculcan dentro de nosotras una Carrie Bradshaw que parece representar la liberación de la mujer en todos los campos, concretamente en el afectivo-sexual, que es al que casi al cien por cien estamos ligadas las mujeres en las producciones audiovisuales. Parece que no podemos pensar en otra cosa que en enamorarnos.
Recogidas algunas pinceladas de las manifestaciones machistas encontradas en el amor romántico heteropatriarcal, podemos aunar algunas ideas. Con prácticas amorosas con esquemas de tinte machista, inevitable dolor y mitos que las caracterizan como todopoderosas, por encima de la razón y producto del "destino", una relación de violencia fácilmente puede estar encubierta por la flaqueza de una batalla perdida contra el ocio capitalista.
¡Y cuántas cosas hemos visto hacer en el nombre del amor! Perdornar lo imperdonable, aguantar lo inaguantable, mentirnos a nosotras mismas...Y es que nadie comenzaría una relación basada en el maltrato si nos adelantaran las consecuencias que estas tienen en la persona que la sufre con imágenes, detalles, en modo película. Entonces, ¿por qué ocurre?
Además de todo lo que anteriormente hemos recopilado, sobre cómo es el amor heteropatriarcal y de los poderosos artilugios que tiene éste para calar dentro de nosotrxs, la violencia de género tiene sus particularidades y éstas, en relación con lo anteriormente expuesto, hacen que sin comerlo ni beberlo las fronteras entre una relación de pareja y una relación de maltrato se vuelvan porosas y que, por estas, progresemos hacia situaciones en las que la violencia en un primer momento hubiera sido impensable y que, más tarde, se convierte en la pesadilla de la que no podemos salir, porque amamos o porque tenemos miedo.




Fíjate bien en esta escalera, es la progresión del maltrato. Y tenemos que saber que ningún acto de violencia es fortutito ni pasa por alguna causa externa a la persona. No nos engañemos...la violencia se ejerce por propia voluntad y responde a la forma en que se manifiesta la ira. La violencia de género es la combinación de esto con las creencias sexistas y, además, la concepción que tenemos sobre cómo tiene que ser una relación de pareja. Por ello, es importante tener claro en todo momento todo este coctel explosivo y plantarle un ojo crítico al amor, a las relaciones, a las películas románticas, a las series de televisión y, por supuesto, a las personas con las que compartimos relaciones amorosas.



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